Si has tenido el placer de compartir trabajo, casa, escuela o amistad con un argentino, sabrás que hay algo que siempre lleva consigo allí donde va: el mate.
El mate, para un argentino o un uruguayo, es mucho más que una infusión de yerba. Pero, ¿te has preguntado alguna vez por qué y qué siente cuando lo toma? A continuación intentaremos ponerle palabras a este sentimiento tan único que muchos comparten.
Un poquito de historia…
Esta infusión un tanto amarga debido a los taninos de sus hojas, no es algo nuevo, sino que se consume en América desde la época precolombina, por lo que ha pasado a ser una tradición de estos territorios.
Se toma caliente -de ahí que tus colegas argentinos lleven un termo siempre consigo- con un sorbete llamado bombilla colocada en un recipiente, hecho originalmente de calabaza o o porongo, pequeño en forma esférica, llamado “mate”, “guampa”, “porongo”…, según la zona.
Todo un rito
Pero más allá de lo que es el mate, el acto de matear es casi una ceremonia para un argentino, uruguayo, paraguayo, chileno, brasileño o aquél que lo consuma de forma habitual.
El mate no es sólo una bebida, porque no se toma cuando se tiene sed. El mate, como bien define el escritor Hernán Casciari, “es lo contrario a la televisión: Te hace conversar si estás con alguien y te hace pensar cuando estás solo”.
La yerba une
El mate es unión y universal, no distingue entre el pobre y el rico, todos lo toman. No tiene edad, ni género, es compartido por todos.
De hecho, en los territorios donde se consume mate, son los únicos que deciden cuándo dejan de ser niños para ser “mayores” el día en que sienten la necesidad de tomar el primer mate solos en casa. Sin nadie. Es en ese momento descubren que tienen alma.
El mate tiene la capacidad de unir, de convertir a desconocidos en compañeros. Así que si a partir de ahora alguien te ofrece mate, no dudas en decir que sí. Puede que de ese momento nazca un vínculo más fuerte de lo que crees.
¡A matear!